Para muchos accionistas en EEUU, 2022 fue un año para olvidar.
Durante los embriagadores picos de crecimiento descontrolado durante la pandemia, a veces parecía que el único camino para las acciones era hacia arriba. Pero, como siempre sucede, tarde o temprano, la burbuja tenía que explotar… y lo hizo.
Como era de esperar, las compañías que tuvieron las mayores ganancias en 2020-2021 fueron las más afectadas. Muchas de ellas, como Tesla, Meta (antes Facebook) y Salesforce, han parecido estar en caída libre durante los últimos doce meses, con mínimos cada vez inferiores convirtiéndose en la norma.
Esto, no obstante, fue un fenómeno mundial. En China; Alibaba, Baidu, Tencent y otras estrellas tecnológicas sufrían un destino similar.
Los valores europeos también sufrieron su cuota de dolor, en medio de incertidumbre geopolítica, costos de la energía creciendo en espiral e inflación galopante.
Pero en el tercer trimestre de 2022 todo cambió. Desde ese momento, los gigantes tecnológicos chinos se las han arreglado para recuperar cerca de 30 %, mientras el índice DAX ha crecido más de 20 % en el mismo lapso.
El S&P 500 y el Nasdaq, por el contrario y en comparación, han permanecido relativamente sin cambios, logrando ganar algo más de 10 %. ¿Qué hay detrás de esta brecha? ¿Significa esto que el mercado de valores estadounidense ha tocado fondo?
Todo lo que sube, baja
No es un secreto que el sector tecnológico estadounidense fue el sector más destacado del boom del mercado de 2020 y 2021.
Desde su mínimo de 6.879,50 en marzo de 2020, el índice Nasdaq logró más que duplicarse en un período de 18 meses, para alcanzar un máximo histórico de 16.057.
Pero algunas acciones específicas, como la de Tesla, lograron ganancias muchas veces mayores que esto: Las acciones del futurista fabricante de automóviles subieron más de 1.000 % en ese período.
Visto en retrospectiva, queda muy claro que esas valoraciones eran totalmente insostenibles. Solo se necesitó una ligera sacudida para que todo el castillo de naipes se derrumbara.
Y esa sacudida, en última instancia, llegó en la forma de inflación creciente, y la valoración colectiva de que el final de la pandemia no iba a ser la panacea que muchos esperaban para los problemas económicos, que se agudizaron a lo largo de dos años de cierres patronales forzosos.
Se produjo una totalmente previsible huida de los activos de riesgo, que se tradujo en pérdidas devastadoras para los activos injustificadamente inflados, como las criptomonedas y las acciones tecnológicas.
Tesla inició un lento y prolongado declive, que eventualmente la vió perder 70% de su valor máximo histórico. El patrón se repitió en una multitud de empresas tecnológicas: Meta, PayPal y Salesforce perdieron entre 60 % y 70 % en ese mismo lapso.
De mal en peor
Como si el enorme anticlímax que llegó con el final de las restricciones por el coronavirus no fue lo suficientemente malo, las cosas solo empeoraron a partir del cuarto trimestre de 2021.
Primero llegó la rampante inflación de dos dígitos, que hizo que los precios de todo, desde los productos básicos de consumo hasta los agregados industriales, se elevaran a máximos cada vez mayores forzando a la ciudadanía a cortar gastos de cualquier forma posible.
Luego, tuvimos que lidiar con la crisis energética y una severa escalada de la situación geopolítica en Europa. Por no mencionar el fantasma siempre presente de una recesión global.
Todo esto, naturalmente, puso la bota en el cuello de un mercado de valores ya debilitado.
Sorprendentemente, el valor de los metales preciosos se mantuvo relativamente sin cambios. Eso dejó a la gente sin ningún sitio en el que colocar su dinero… excepto en, por supuesto, el efectivo.
Esto dio apoyo al dólar estadounidense, y de hecho lo convirtió en el instrumento de mejor rendmiento durante 2022.
Otro efecto colateral de esto fue que los inversionistas, tanto minoristas como institucionales, tenían sus alforjas literalmente llenas de capital.
Por lo tanto, siempre iba a llegar un punto en el que el descubrimiento de los precios naturales hiciera que los activos de riesgo volvieran a ser buenos valores. Y eso fue exactamente lo que ocurrió.
Las criptomonedas (tal vez la clase de activos más volátil entre todas) explotaron positivamente este mes. Tras perder casi 80 % de su valor, BTC ha ganado hasta ahora 35 % en lo que va de 2023.
Pongámonos técnicos
Como mencionábamos antes, el S&P y el Nasdaq apenas han subido 10% desde sus mínimos. En el mismo lapso, las criptomonedas, las acciones chinas e incluso las europeas han aumentado más de 30% en promedio.
Dada la relativa seguridad y aislamiento de la economía estadounidense frente a muchos de los problemas que afectan al mundo — y a Europa, en particular — este rendimiento dispar, sencillamente, no hace sentido.
De hecho, la mayoría de los análisis técnicos sugieren que el valor de las tecnológicas estadounidenses ya ha tocado fondo.
Si tomas el Nasdaq 100, por ejemplo, prácticamente todos los análisis técnicos disponibles lo califican como «Compra Fuerte», con predicción de crecimiento futuro por el Índice de Fuerza Relativa (RSI), todos los promedios móviles (MA) (5,10, 20, 50, 100, 200) y el índice de dirección promedio (ADX).
Una ruptura al alza sobre la marca de los 11.500 puntos será recibida como una señal positiva por los participantes del mercado, y con la curva del RSI mostrando una tendencia alcista, hay razones para tener esperanzas de que un cambio de tendencia esté en sus etapas iniciales.
También hay una lectura similar para acciones individuales, como Meta y TSLA: Investing.com les da un precio objetivo a 12 meses de 156,75 (+10 %) y 199,60 (+38,20), respectivamente.
Esto hace que los puntos de entrada actuales resulten altamente atractivos tanto para los índices amplios como para las acciones consideradas individualmente como «blue chips».
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